Por: Ing. Esteban Sánchez

La pandemia se mete de pronto a lo más íntimo de nuestra cultura y eso tiene un impacto en los negocios. La Navidad, por ejemplo, está en riesgo de cambiar a partir de este año. ¿Ustedes compran pavos para regalar al equipo a fin de año? Si no es así, tal vez sean parte de ese equipo de la oficina que espera recibir su pavo en diciembre. Estamos en pleno verano, cuando las compras futuras de esa carne son definidas, pues los pavos deben tener unos meses de crecimiento antes de llegar al congelador del que ustedes lo sacarán para llevarlo al horno… y de acuerdo con productores de aves, esos pedidos no llegan todavía con la claridad de otros años.

Eso y los precios que ofrecen en estos días por cualquier tipo de carne pueden complicar el suministro de la carne de esa ave hacia el invierno. Uno de los líderes del mercado de consumo de esa carne no está precisamente metido en el mercado asociado con la cena navideña. Fud es una marca de Sigma que vende paquetes de ‘jamón de pavo’ a un precio de entre 60 y 65 pesos en el supermercado. En esta empresa a cargo de Rodrigo Fernández están de fiesta por la gente que encerrada, aparentemente hace sándwiches con más frecuencia que esos platos dignos de estrella Michelin, que presume en Instagram. Sus ventas crecieron en México y en otros países, en Estados Unidos incluso se elevaron 14 por ciento en un año contado hasta junio.

Eso ayudó a compensar la caída en ingresos en el servicio de comida que Sigma provee a hoteles y restaurantes que enfrentan tal vez los peores días para el negocio. El boom en jamón rebanado impulsa a Roberto Reyes, líder de Pavo Rey, una empresa mexicana con base en Yucatán, que sacó provecho de la ausencia de compañías nacionales que surtan pavos a Sigma y se ubica ya en el séptimo lugar de Latinoamérica con sus 600 mil pavos producidos anualmente. Este empresario pudo sacarle la vuelta a la caída en la demanda gracias a la inversión que a diferencia de otros hizo en centros de procesamiento certificados como TIF, o bien, en una cadena de suministro emergente terrestre y marítima, que le salvó del problema de que los huevos canadienses que usualmente enviaba en avión para criarlos en México, no llegan a tiempo ante la ausencia de vuelos. Pero Reyes sufre como el resto de productores de pavo la ausencia de pedidos formales para los pavos navideños que para él representan el 20 por ciento de las ventas anuales, a diferencia de Pavos Parson, donde las ventas de fin de año tienen una mayor relevancia.

Las llamadas y mensajes que llegan en estos días a las empresas que producen esta carne son de gente que solicita cotizaciones de pavos ‘más pequeños’ o de plano, de piezas, en el afán de repartir en diciembre. Eso implicaría que los pavos macho podrían no tener demanda, pues completos pesan el doble que las hembras. Una poderosa razón está en que nadie sabe con certeza si quienes leen este texto podrán reunirse con su familia el 24 o el 31 de diciembre, o si cenarán solos. ¿Para qué querría varios kilos de pavo una pareja que compartirá una mesa después de ver el reporte de esa noche en torno a la situación de la pandemia?

Luego está el asunto del dinero. La caída en ventas de casi todos los negocios y en los gobiernos municipales y estatales supone una menor disponibilidad de recursos para comprar pavos para los empleados esta Navidad, con todo y la caída en precios de todo tipo de proteína que hoy no puede ser vendida a restauranteros. Según el Inegi la carne ‘de ave’ hoy es 2.3 por ciento más barata que hace un año, como efecto de un desplome en la demanda.

¿Será entonces que muchos opten por un sándwich en lugar de una torta de pavo? El Covid-19 está tocando estructuralmente cada negocio, como podrán percibirlo en esta columna si la leen regularmente. Habrá que ver si los mexicanos ceden ante la realidad o la cultura termina defendiendo el consumo de un ave que por cierto, es de origen biológico nacional, aunque ahora venga de Canadá.

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