La señorita ya de edad había llegado ante el juez para demandar a su vecino que primero la había emborrachado y luego la había violado. El juez se le queda viendo al vecino de la señorita y no puede dar crédito a lo que dice la afectada. Le pide al acusado que se ponga de pie. Que de una vuelta. Dos vueltas y el juez solo mueve su cabeza. No puede ser posible la acusación tan grave que pesa sobre ese hombre que no pasa del metro y medio de alto. Por fin se decide el juez y le pregunta al hombre si es verdad lo que la señorita está diciendo. Es cierto su señoría- responde el hombrecillo. Ahora el juez mira a la señorita y le pregunta…
– ¿Dice usted que la emborrachó, señorita?
– Así es Sr. Juez.
– La emborrachó con ¿cerveza?
– No Sr. Juez-
– La emborrachó con ¿licor?
– No Sr. Juez-
– La emborrachó con ¿vino?
– No sr. Juez-
– A caray, esto sí que está difícil de entender-
– Ni tan difícil Sr. Juez-
– ¿Me puede explicar como fue que la emborrachó para después abusar sexualmente de usted? Claro que si Sr. Juez. Mire, primero me tomó de las dos manos y luego me dio volantín. Así es como me emborrachó. Luego ya que estaba borracha me violó Sr. Juez. Quien sabe en que estaba pensando esta persona… creo que ya empecé mal, porque si hubiera estado pensando no lo hubiera hecho… o quien sabe. Vamos a poner en claro esto. Resulta que la Federación Italiana de Boxeo suspendió a Michele Broili,  (boxeador italiano) por sus tatuajes nazis. Si el tatuaje no se viera no hay problema, pero en una pelea de box pues solo traen un short y pues se le miraban los tatuajes. La FIB dijo en un comunicado que… “ El Tribunal considera que mostrar en público tatuajes con símbolos y evocaciones nazis sin equívoco en una  ompetición deportiva oficial representa un comportamiento grave e injustificado para un miembro de la Federación”. Aplaudo ese cero tolerancia de la FIB. Si de por sí un tatuaje cualesquiera que sea, refleja lo que uno es… cuanto mas cuando el tatuaje es ofensivo tal vez no para él, pero si para otras personas.
La noche había caído y había agarrado a un hombre en pleno camino solitario. Todo iba bien cuando de pronto una llanta de su carro se reventó.
Empezó a caminar por la carretera solitaria cuando a lo lejos vio una luz. Se encamino hacia la luz. Cuando llegó, tocó a la puerta. El señor de la casa abrió la puerta y escuchó el relato del buen hombre que pedía de favor pasar la noche en casa con la promesa que tan pronto amaneciera se marcharía.  Se le ofreció una cena deliciosa y después de platicar un rato, el señor de la casa le pidió a su hija (de muy buen ver) que llevara al buen hombre al cuarto de huéspedes. El señor se dispuso a descansar y ya estaba medio dormido cuando escucha abren la puerta muy despacito. Era la hija del dueño de la casa que le pegunta…
– ¿Tiene un lugarcito en la cama?
– Claro que si- responde el hombre muy emocionado y nervioso a la vez.
– Que bueno, porque acaba de llegar otro señor que necesita hospedaje- contesta la muchacha.  No podemos tener nada en nuestra vida porque sentimos que ya somos únicos y que nadie nos debe de “tocar”. Gabriel Salazar, de 19 años de edad, murió el pasado fin de semana en una persecución policiaca. Gabriel era un Tictoker que contaba con mas de 2 millones de seguidores. Vaya que era popular el muchacho. Pero no para aquí el asunto. También murieron otras tres personas que viajaban con Gabriel… también mexicanos. Los Tictoker se creen tan importantes que no les importa lo que tengan que hacer con tal de llamar la atención de sus seguidores. No tengo la menor duda de que Gabriel hubiera estado grabando la persecución que le estaba haciendo la policía. Según el reporte de la policía el Camaro de Gabriel se pasó de una carretera a otra por la cuneta para luego volcar dando varias vueltas y después chocar con unos árboles incendiándose después con las personas dentro del carro teniendo una muerte casi instantánea.

¿De qué son capaces de hacer con tal de obtener más fama y seguidores? Al menos, si quería ser mas famoso lo logró. El precio que tuvo que pagar fue demasiado alto. Ya lo dijo Juan Gabriel… “no vale la pena”
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