Rusia se preparó desde hace meses para lo que se avecinaba en los últimos días de febrero. Los ejercicios militares en las fronteras ruso-ucranianas y en los territorios bielorrusos sólo eran un pretexto para demostrarnos el poderío militar con el que cuenta actualmente el ejército ruso. Las imágenes de vehículos militares, de armamento militar, de personal militar, y de aparatos tácticos siendo cargados o distribuidos en trenes hacia Bielorrusia y las regiones pegadas al este ucraniano, nos señalaban con exactitud que algo estaba por pasar. Lamentablemente, muchos erramos al pensar que nada ocurriría. Vladimir Putin supo jugar muy bien su juego y confundir a muchos en sus análisis. Nadie sabía qué pasaba por la cabeza del mandatario ruso. Los reportes de inteligencia estadunidense llegaban a ser histéricos o de un alarmismo falso que sólo provocaban más tensión en el día a día de las redes sociales o medios de información. Sin embargo, podemos asegurar que la inteligencia estadunidense supo rastrear con exactitud cada paso que los rusos daban y es por eso que la invasión rusa se retrasó varios días ante los precisos reportes que Estados Unidos mostraba desde la Casa Blanca o el Pentágono. Los intentos de diplomacia y diálogo nunca fueron suficientes para Rusia. Las visitas de los líderes europeos y los diálogos con Occidente sólo hicieron que el presidente ruso se sintiera con más iniciativa para realizar lo que vemos en estos momentos.
Rusia siempre pidió garantías que pudieran satisfacer la seguridad de sus fronteras ante la expansión de la OTAN, ante la gran cantidad de bases militares estadunidenses alrededor de sus territorios y la posible membresía que Ucrania pudiera obtener para formar parte de la misma OTAN. En realidad, todo esto fue solamente un pretexto para acelerar el desarrollo de una crisis militar que conformó a más de 170 mil tropas rusas y cientos de vehículos militares rodeando el territorio ucraniano. Asimismo, Rusia siempre abogó por la autonomía y la independencia de los territorios prorrusos en Donetsk y Lugansk con el pretexto de que la mayoría de los pobladores que viven en esas zonas son rusos, cuentan con pasaportes rusos y hablan ruso. Lo del genocidio es absurdo. Ucrania, por su parte, realmente nunca estuvo preparada militarmente ni con el apoyo que recibió de Occidente. Vamos, la diferencia de personal militar en activo es de más de 700 mil entre Rusia y Ucrania. Al igual, ni el armamento, equipo táctico y entrenamiento, sirvieron de mucho ante una ofensiva rusa que ya había estudiado desde hace meses los movimientos ucranianos. Putin tomó una decisión que cambia por completo el curso de la historia y el orden mundial. Sus discursos grabados el día lunes muestran a un hombre que utiliza la historia de su país como herramienta populista y de pretexto para iniciar un conflicto que se pudo haber resuelto de otra manera. La invasión no está justificada en lo absoluto. Seamos claros. La decisión se había tomado desde hace días y empezó al proclamar la independencia de dos territorios que son totalmente ucranianos bajo el derecho internacional. Lo siguiente, fue recibir una carta de los autoproclamados líderes de Lugansk y Donetsk, bajo el pretexto de ayuda militar y cooperación. La suerte ya estaba echada y planeada mañosamente. Lo que hizo Rusia es una invasión, no una operación militar para salvar a Donbás.Desde ahora, la suerte de Ucrania recae completamente en las manos de Vladimir Putin.
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