Muerte de Benedicto XVI: tres ataúdes, retiro de vísceras y otras curiosidades del rito funerario de los papas

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La mañana del 31 de diciembre del 2022 ha sorprendido al mundo la noticia sobre la muerte del alemán Joseph Aloisius Ratzinger quien pasó a convertirse en Benedicto XVI, el papa número 265 de la Iglesia Católica.

Ratzinger, quien es considerado papa emérito, murió a los 95 años en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, donde vivía desde que renuncio al cargo de pontífice en 2013.

Dado que Benedicto XVII pasó a convertirse en obispo emérito durante los últimos ya que no se desempeñaba como cabeza de la Iglesia Católica, su funeral debería ser distinto a cómo el de un Papa en curso que al fallecer deja su lugar sujeto a una nueva asignación.

Sin embargo, luego de la muerte de Ratzinger, el panorama será modificado ya que además de haber sido obispo emérito de Roma, fue soberano del estado de la Santa Sede, la única monarquía absoluta de Occidente. Cuando un obispo emérito fallece se le debe velar en su última sede episcopal, se realiza una misa de cuerpo presente y la mayoría de las veces es sepultado en el mismo templo.

Por otro lado, cuando un Papa fallece, y luego de ser certificada su muerte por parte de un grupo de médicos, empieza el turno de vela por los llamados canónigos penitenciarios (integrantes de un cuerpo eclesiástico en un templo), se encienden cuatro velas que son colocadas en los pies de la cama y luego se coloca un recipiente llamado acetre con agua bendita.

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Cuando los comandantes de la Iglesia Católica mueren, queda al mando el cardenal camarlengo, quien llega hasta el Papa recién fallecido para asegurarse de su deceso y así, oficializarlo.

El camarlengo se acerca al Papa, y con un pequeño martillo de plata golpea la frente del difunto por tes veces, pronuncia su nombre y le pregunta “¿Duermes?”. Luego del pequeño acto, y de verificar que está muerto, el camarlengo debe oficializar la muerte: “De verdad el Papa ha muerto”

Una vez  el camarlengo oficializa el hecho, se traslada la información al cardenal vicario de Roma quien debe hacer público el deceso del Papa. Luego del anuncio, las campanas tanto de Roma como de todas las iglesias del mundo deben tocarse.

Luego de la oficialización, el cuerpo es bañado y el procedimiento dicta que las vísceras del religioso sean extraídas y son depositadas en urnas que se conservan en una cripta subterránea de la iglesia San Vicente y san Atanasio. Posterior al lavado de cuerpo, este es arropado con una sotana blanca, alba blanca, estola, amito, una casulla roja, y mita episcopal blanca. Una vez revestido, el ex cardenal debe ser depositado en la capilla Sixtina donde los miembros de la Santa Sede y los diplomáticos presentan honores. Un día después, se traslada a la basílica de San Pedro frente al altar de confesión para que la feligresía lo vele y se despida.

Después de la velación, se lleva a cabo una misa de exequias que dirige el cardenal camarlengo y el decano del colegio cardenalicio. A la misa llegan presidentes y miembros de las distintas dinastías, así como representantes con quienes el Vaticano tiene relaciones diplomáticas.
Una vez concluye la misa, el cuerpo es depositado en un féretro de ciprés que tiene una cruz negra sobre la tela y está forrado en terciopelo rojo Este féretro es depositado posteriormente en otro ataúd de plomo, el cual se deposita en uno de madera de olmo o roble. En total, los ataúdes pueden llegar a pesar más de 500 kilos. Antes de cerrar el triple ataúd, un miembro de la casa pontificia deposita dentro del segundo ataúd un tubo metálico que contiene un pergamino con el acta de defunción, los hechos notorios del Papa, así como medallas y monedas acuñadas durante su ministerio. La muerte de Benedicto fue anunciada por el Vaticano. No se mencionó la causa. La semana pasada, el Vaticano comentó que la salud de Benedicto XVI había empeorado “debido al avance de la edad”.
El miércoles, el papa Francisco pidió a los presentes en su audiencia semanal en el Vaticano que oraran por Benedicto XVI, quien, dijo, estaba “muy enfermo”. Más tarde lo visitó en el monasterio en los terrenos de Ciudad del Vaticano donde Benedicto había vivido desde que anunció su renuncia en febrero de 2013. En ese anuncio, en el que hablaba de la pérdida de energía y su “edad avanzada” a los 85 años, Benedicto dijo que renunciaba libremente y “por el bien de la Iglesia”. La decisión, que sorprendió a los fieles y al mundo en general, culminó con un papado de casi ocho años en el que sus esfuerzos por revitalizar la Iglesia católica romana se vieron a menudo ensombrecidos por el escándalo no resuelto de abusos sexuales en el clero. Tras la elección de su sucesor en marzo —el papa Francisco, el excardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires— y una estancia temporal en Castel Gandolfo, la residencia papal de verano, Benedicto se mudó a un convento en Ciudad del Vaticano. Era la primera vez que dos pontífices compartían los mismos terrenos. enedicto, el intelectual poco carismático que había predicado en gran medida a los creyentes más fervientes de la Iglesia, pronto fue eclipsado por Francisco, dando paso a un sucesor inesperadamente popular que de inmediato trató de ampliar el atractivo del catolicismo y hacer que el Vaticano volviera a ser relevante en los asuntos mundiales. Pero cuando los críticos tradicionalistas de Francisco alzaron sus voces a finales de la década de 2010, convirtieron a Benedicto en la piedra de toque de su oposición, lo que alimentó los temores de que su renuncia pudiera promover un cisma.

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