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Pumas y Necaxa reparten puntos bajo la lluvia torrencial en Ciudad Universitaria

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 La Jornada 4 de la Liga MX vivió un arranque dominical cargado de expectativa con el enfrentamiento entre Pumas y Necaxa en la cancha del Estadio Olímpico Universitario. Sin embargo, la atención de los aficionados y la prensa no se centró únicamente en el fútbol, sino en las intensas condiciones climáticas que marcaron el desarrollo del partido. Desde el silbatazo inicial, una persistente lluvia comenzó a caer sobre la capital, pero lo peor llegó alrededor del minuto 30, cuando un torrencial aguacero azotó el estadio y complicó drásticamente el juego.

El diluvio no solo empapó a jugadores y aficionados, sino que rápidamente formó grandes charcos en la superficie de juego. La pelota apenas rodaba y cualquier intento de pase o control se veía interrumpido por el agua acumulada. Esta situación generó frustración en los futbolistas y también entre los hinchas, que observaron cómo el espectáculo futbolístico se veía gravemente afectado.

Las complicaciones no tardaron en generar debate sobre la continuidad del encuentro. Muchos consideraron que el árbitro debió suspender el partido para salvaguardar la integridad física de los jugadores. Entre los más críticos destacó el exárbitro y analista Francisco Chacón, quien calificó de “increíble” la falta de criterio de la autoridad en el campo y sentenció que “el partido se jugó en una alberca”.

Chacón enfatizó que el arbitraje debe anteponer la seguridad de los protagonistas por encima de cualquier presión externa o calendario. Para él, el hecho de seguir jugando en esas condiciones incrementaba el riesgo de lesiones por resbalones, caídas o golpes derivados de la mala visibilidad y del control defectuoso del balón. El reglamento de la Liga MX es claro en este aspecto. El Artículo 33 establece que los partidos pueden suspenderse por causas de fuerza mayor, incluyendo tormentas eléctricas, fuertes lluvias o cualquier situación que ponga en peligro a jugadores, árbitros, personal técnico o aficionados. En este caso, las condiciones parecían encajar perfectamente en esta descripción.

En cuanto a tormentas eléctricas, el reglamento detalla que el cuerpo arbitral debe detener el encuentro si el tiempo entre un relámpago y el sonido del trueno es de 30 segundos o menos. Esta medida se basa en la velocidad de la luz, que llega antes que el sonido, permitiendo calcular la proximidad del fenómeno y, por ende, el nivel de peligro.

Durante la primera mitad del encuentro, varios rayos cayeron en las inmediaciones de Ciudad Universitaria. Aunque ninguno impactó directamente en el estadio, la cercanía de las descargas eléctricas obligó a tomar precauciones. La lluvia intensa, combinada con el riesgo eléctrico, generó un ambiente de tensión entre el público presente.

El medio tiempo del encuentro se prolongó más de lo habitual, llegando a unos 30 minutos, con el objetivo de esperar a que las condiciones mejoraran. Durante ese lapso, los jugadores realizaron ejercicios de calentamiento y movilidad para no perder la temperatura corporal ni el ritmo competitivo. Algunos incluso aprovecharon para cambiar su indumentaria empapada.

El retraso, aunque breve en términos absolutos, alteró el plan físico y mental de ambos equipos. Los entrenadores tuvieron que ajustar sus estrategias considerando que el balón seguiría comportándose de manera impredecible sobre el césped encharcado. Una vez reanudado, el partido se jugó con una normalidad relativa. La lluvia disminuyó su intensidad, pero el estado de la cancha seguía lejos de ser óptimo. El balón se frenaba o desviaba con facilidad, lo que obligaba a los jugadores a improvisar en cada jugada y a recurrir a pelotazos largos para evitar el riesgo de perder el esférico en zonas peligrosas.

La afición, que aguantó la tormenta con impermeables, paraguas y mucha paciencia, vivió una experiencia distinta. Más allá del resultado, presenciaron un duelo marcado por la resistencia física y la adaptación a condiciones adversas, algo que no se ve con frecuencia en el fútbol profesional.

En redes sociales, las imágenes y videos de los charcos y del balón flotando sobre el césped se viralizaron rápidamente. Algunos aficionados hicieron bromas comparando el partido con una competencia de waterpolo, mientras otros insistían en que se había puesto en riesgo a los jugadores.

A nivel organizativo, este incidente reabre el debate sobre la infraestructura de los estadios y la capacidad de drenaje de sus canchas. Aunque el Olímpico Universitario ha recibido mantenimiento, la intensidad de la lluvia superó lo que su sistema pudo manejar. Esto podría llevar a la Liga MX a revisar protocolos y mejorar instalaciones.

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