Se terminó la democracia americana

banners sin foto-07

Lo que ocurre estos días en EU tiene el potencial de definir el curso de las instituciones mundiales en las próximas décadas. De cómo nuestros vecinos resuelvan, o no, la tremenda tensión entre la democracia y el fascismo dependerá, en buena medida, el derrotero de la economía y la política global. Una cosa es clara: la democracia estadunidense, como la conocíamos hasta ahora, ha muerto, asesinada por el fascismo representado en Trump. Es posible el tránsito a un nuevo pacto social. Aunque el colapso también es posible. La patética y peligrosa intentona de revertir el resultado electoral por parte de Trump, con el silencio y colaboración del Partido Republicano, reflejada en la toma del Capitolio por una horda de fascistas, significa el límite de la actual democracia estadunidense.
Los críticos de izquierda del siglo XIX destacaron siempre ese lado flaco de la democracia: la posibilidad de que los votantes elijan a un líder que la subvierta y la elimine: Hitler y Trump fueron electos y su objetivo inmediato fue destruir la democracia de la cual fueron un producto. Hitler tuvo éxito y provocó la mayor crisis humanitaria de la historia. Trump fue derrotado contundentemente en las urnas. Hasta ahora, todos sus intentos por usar su poder para destruir el sistema han fallado y abandonará la Casa Blanca el próximo 20 de enero. La toma del Capitolio, que debería traducirse en acciones penales contra Trump por el bien de la sociedad estadunidense, marca el rompimiento de ese límite: el American way of life ya no es suficiente para contener la insatisfacción de millones de ciudadanos que han sido excluidos por la economía, la sociedad y la cultura en las últimas décadas.
Si quieren que pongamos esto en términos llanos: son aquellos a quienes el neoliberalismo despojó de oportunidades y beneficios, aquellos que fueron desprovistos de la cobertura de salud, empleo, educación e ingresos suficientes para prosperar y escalar en la sociedad estadunidense como lo habían hecho todas las generaciones precedentes. Es en ese caldo de cultivo económico de los excluidos por el desmantelamiento del estado del bienestar por el neoliberalismo en donde prosperan ideologías baratas nucleadas alrededor del fascismo: el odio a lo diverso, el privilegio de una raza, la negación de los hechos y de la ciencia al amparo de discursos milenaristas emanados de las seudo-rreligiones que se encuentran en la fundación misma de la nación estadunidense. Los excluidos del neoliberalismo ven, desde su  perspectiva parcial, a la globalización como su verdugo: han perdido sus empleos porque las empresas mudaron la producción a China, Vietnam o México. Sus salarios están deprimidos porque un menor de edad en el sureste asiático está dispuesto a hacer lo mismo por un salario de esclavo. La globalifobia tiene este sustento inmediato y sus efectos han venido construyendo el caldo de cultivo para que un líder carismático, dispuesto a subvertir la democracia con fines personales, encabezara todos esos agravios en contra del establishment neoliberal. ¿Cómo fue posible que un millonario tramposo y chafa dirigiera un movimiento social de, literalmente, desarrapados excluidos por el sistema que tan generoso fue con él? La respuesta es sencilla. En la cultura de EU un millonario va más allá de toda sospecha. Sería imposible que en ese país un marginado social estuviera al frente un movimiento, sería visto como algo peligroso. No así un millonario, quien fue visto como alguien de fiar, uno de los suyos que empujaría la agenda conservadora, racista y religiosa, amenazada por una demografía que, de manera imparable, apunta a la apertura, a la diversidad, al predominio de la ciencia y el laicismo.
En Trump confluyeron, por una parte, el temor de las élites blancas al fin de una sociedad rubia y el advenimiento de una sociedad plurirracial; el pavor de las élites cristianas ante el crecimiento del laicismo y el coraje y rencor de los excluidos ante el enriquecimiento incomparable de las élites educadas y los abastecidos de siempre. La élite rubia y cristiana de EU creyó que Trump jugaría con las reglas, y que podrían usar electoralmente la fuerza numérica de los excluidos para detener el ímpetu demográfico hacia una nación diversa. Calcularon mal: la personalidad intensamente fascista de Trump ha puesto en jaque al mismo sistema y ha llevado a la democracia estadunidense hasta un punto de no retorno. O se reinventan con un New deal que incluya a todos y modere la desigualdad, o acabarán volando por los aires en ola tras ola de violencia civil.
Por ahora es todo; mientras tanto  ¡!!AQUI SI PASA Y MUCHO ¡!! Para cualquier información, favor de comunicarse a : editorial@novedadesnews.com  y/o  tulmex@hotmail.com

0 Comments

Leave a Comment

Login

Welcome! Login in to your account

Remember me Lost your password?

Don't have account. Register

Lost Password

Register