Por: Ing. Esteban Sanchez

Este año en México se llevarán a cabo las elecciones más complejas de la historia. No sólo por el número de cargos en contienda, la concurrencia del mayor número de elecciones federales y locales, la complejidad del escrutinio de votos o los mayores gastos de campaña —todo lo anterior es cierto—, sino también porque todo indica que serán las elecciones más violentas de nuestra historia reciente. Según la consultoría Etellekt, desde el inicio del proceso electoral y hasta el 12 de junio pasado, ha habido 113 asesinatos de políticos de ambos sexos en todo el país: 28 tenían apenas precandidaturas y 15 personas más eran candidatos y candidatas a diversos puestos de elección popular. Más de la mitad de estos homicidios ha ocurrido en Guerrero (24), Oaxaca (19), Puebla (13), Veracruz (8) y Estado de México (7). Esta cifra incluye a 16 mujeres políticas asesinadas en el mismo periodo: Cuatro candidatas, tres regidoras, dos precandidatas y siete militantes o activistas. Sobra decir que esta escalada de violencia política no se circunscribe a homicidios. También se han registrado cientos de intimidaciones, amenazas, secuestros y agresiones físicas. La inmensa mayoría de estos homicidios ha involucrado a políticos y políticas del ámbito local y municipal. Sin embargo, apenas hace una semana fue asesinado un candidato a diputado federal en Coahuila. El fenómeno no es nuevo, pero sí ha mostrado un aumento preocupante. En un estudio reciente, el Instituto Baker de la Universidad de Rice en Estados Unidos ha identificado, a partir de diversas fuentes, un total de 178 homicidios contra al- caldes, exalcaldes, alcaldes electos y regidores en el periodo comprendido entre julio de 2004 y marzo de 2018. Del total de víctimas, 57 por ciento eran exalcaldes y 33 por ciento eran alcaldes en funciones; 97 por ciento hombres y tres por ciento mujeres. Poco más de dos tercios de estos homicidios ocurrieron en municipios de menos de treinta mil habitantes. Estos homicidios se suman a los miles de casos registrados año con año. Sin embargo, la violencia política tiene aristas y matices distintos a otro tipo de homicidios. Estudios de especialistas como Sandra Ley, profesora del CIDE, han identificado una creciente relación entre el crimen organizado y la violencia política, así como sus consecuencias. Otras politólogas, como Flavia Freidenberg, Mona Lena Krook y Jennifer Piscopo han enfatizado el creciente papel de la violencia política contra las mujeres. En años recientes se ha observado que la violencia política está relacionada con el ciclo electoral: Durante los procesos electorales y las campañas, así como poco después de los cambios de gobierno, se registran mayores índices de violencia política: La alternancia en el poder tiene una cuota de violencia en diversas regiones. Más allá de la creciente inseguridad y violencia del país, cuyo eslabón más débil son los municipios, otros factores pueden ayudar a explicar la violencia política de este proceso electoral. Por un lado, desde este mismo año, muchos de los cargos locales ya son susceptibles a la reelección consecutiva: Esto implica que las diputaciones locales y presidencias municipales valen más que antes. Por otro lado, la legislación y jurisprudencia sobre paridad de género obliga a todos los partidos políticos a postular al mismo número de mujeres y hombres para candidaturas legislativas y municipales. Si bien, gracias a la paridad, este año tendremos el mayor número de candidatas en las boletas electorales, ésta también implica un conflicto distributivo entre quienes han estado acostumbrados a ver los cargos locales como un patrimonio propio. ¿Si candidatas y candidatos son así de vulnerables, qué pueden esperar las y los ciudadanos? Por ahora es todo; mientras tanto ¡!!AQUÍ NO PASA NADA¡!! Para cualquier información, favor de comunicarse a: e d i t o r i a l@ novedadesnews.com y/o tulmex@hotmail.com