La traición a Colosio
Colosio fue sustituido por un grisáceo Ernesto Zedillo, quien engañó a todos, porque,
embozado en el PRI, pensaba como panista. De este modo, cogobernó con “las viudas de
Colosio” y una buena parte de panistas a los que, finalmente, entregó el poder.
El pasado sábado 23 de marzo se cumplieron 25 años del asesinato del que fuera candidato del
PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, efeméride que fue aprovechada por
algunos de los precandidatos a ocupar la dirigencia de ese partido en el proceso electoral
interno que habrá de ocurrir a mediados de este año, tras la debacle electoral que sufriera
hace nueve meses. Parece mentira, pero el México que observaba el político sonorense hace
un cuarto de siglo parece que no ha cambiado mucho en lo social si lo comparamos con la
realidad actual que vive el país y que llevó a 30 millones de electores a decidir un “cambio de
rumbo” en el modelo de gobierno aplicado desde hace poco más de 30 años.
Aquel mensaje dirigido por Colosio en el Monumento a la Revolución frente a miles de
simpatizantes del Revolucionario Institucional, el 6 de marzo de 1994, que, a decir de los
analistas, fue uno de los factores de “ruptura” con el entonces presidente Carlos Salinas de
Gortari, advertía “un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada;
de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De
mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas
gubernamentales… ¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la
impunidad! Es la hora de la nación”, diría, recio, el abanderado del tricolor.
El entonces candidato, que sería asesinado durante un mitin en Lomas Taurinas, Tijuana, 17
días después de aquel discurso pronunciado con motivo de los 65 años del PRI, parecería que
estaba hablando del México del siglo XXI. Pareciera que nada ha cambiado a pesar de haber
transcurrido 25 años. Triste para una sociedad que cada seis años renueva “su esperanza” por
un país más justo y con mayor desarrollo. Exactamente lo que sucedió el pasado primero de
julio, un ciclo que se repite desde hace muchas décadas en la vida pública nacional. Es más, el
sábado pasado, durante un acto conmemorativo del 25 aniversario del asesinato de Luis
Donaldo Colosio, uno de los aspirantes más aventajados (según las encuestas al interior del
PRI) a dirigir al partido, el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, advertía:
“Ha llegado el momento de iniciar la transformación del PRI y hacer la apuesta más grande de
todo o nada por la democracia en el partido. Quienes creen en la muerte del PRI ya perdieron,
porque el partido sigue vivo y es más colosista que nunca.
“Sigue vigente el llamado de Colosio de que hay que responderle a la gente; por eso es la hora
de responderle al PRI y a los priistas, a México y a todos los mexicanos; los priistas tenemos
ahora el deber de dignificar el ejercicio de la política, recuperar el prestigio del partido para
que la fuerza moral sea tan grande que quien pretenda desacreditar se desacredite a sí
mismo”, recalcó. Y es ahí en donde radica el reto del viejo partido para renovarse o morir. No es
posible que con aspirantes a dirigir ese partido tan cuestionados por la propia ciudadanía,
como la que gobernaron, por ejemplo, el impresentable Ulises Ruiz en Oaxaca o Ivonne Ortega,
quien enfrenta acusaciones severas de corrupción en Yucatán, se pretenda hablar de una
“refundación” del otrora partido de Estado. Hoy, los ciudadanos tienen memoria y, si no,
remitámonos a lo sucedido hace nueve meses en la pasada elección presidencial. Sin duda, el
PRI requiere, desde hace varios años, nuevos liderazgos que garanticen cambios y
transformaciones de fondo al interior del partido a fin de remediar los principales problemas
nacionales, reformar el poder e impulsar cambios con rumbo y responsabilidad. Como diría
Moreno Cárdenas: “Es la apuesta más grande del todo o nada por la democracia en el
Revolucionario Institucional”.
Por ello es importante que sean “las bases” las que decidan, porque “quienes quisieran dados
cargados o cartas marcadas para competir, son quienes no le apuestan a la democracia, porque
saben que con reglas claras, con juego limpio y el voto libre de los militantes no tienen ninguna
posibilidad de ganar”. Lo que tiene que prevalecer a partir de ahora, en cualquier “espacio
social” de nuestra vida pública, es anteponer “la fuerza de la democracia a la fuerza de la
imposición”.
Por ahora es todo; mientras tanto, ¡!! AQUÍ SI PASA Y MUCHO ¡!! Para cualquier información,
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