La historia juzgará al PRI según su actuar

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El presidente López Obrador va con todo para hacer realidad su concepción política para el regreso del nacionalismo revolucionario. Nació y creció en ese mundo, con su ideología y costumbre del poder. Se siente bien en esa atmósfera política, su lucha de 18 años fue y es contra la globalización, el neoliberalismo y las privatizaciones. Las considera un despojo y robo del patrimonio nacional. A nadie ha engañado. Ha sido congruente en su proceder político y en su compromiso de concretar el cambio de régimen, desterrar el pasado neoliberal, combatir la corrupción e impunidad, cancelar las llamadas reformas estructurales y rescatar el petróleo y la electricidad como patrimonio nacional para fortalecer a Pemex y la Comisión Federal de Electricidad. El general Cárdenas y el licenciado López Mateos, espejos políticos y referentes ideológico. En este contexto, su reforma eléctrica es prioritaria y fundamental y razón de ser de su gobierno. Va con todo para lograrlo. A los dirigentes del PRI los tiene sentenciados y listo el pelotón de fusilamiento; con una mano la cereza del pastel y con la otra, el garrote del verdugo. Es la disputa del país y la lucha frontal para enterrar el pasado lo más hondo posible y evitar su regreso. El discurso oficial ha sido demoledor en contra de los conservadores, los partidos políticos, el PRI y los gobiernos neoliberales. Los hace responsables y los culpa de todas las desgracias del país. El presidente afirma, con determinación y contundencia, que el saqueo de estos gobiernos fue mayor, mucho más, que el registrado en los 300 años del gobierno colonial. El cambio de régimen es el exterminio del ignominioso pasado, es la resurrección del nacionalismo y la defensa de la soberanía y los recursos naturales de la nación. El retorno de los brujos. López Obrador representa un cambio, una concepción ideológica mezcla del liberalismo juarista y del socialismo moderno, la convicción de un Estado fuerte y poderoso, interventor en la economía y protagónico en todos los ámbitos de la vida nacional. El Banco del Bienestar y la empresa de la internet son apenas muestras de un espectro más grande de la estatización nacional. Las reformas llamadas estructurales y el Pacto por México al cesto de la basura, son símbolos de la corrupción y degradación del neoliberalismo. En cierta forma, el legado de este gobierno sería desterrar por siempre el neoliberalismo. El problema es que el mundo gira y camina en otra ruta y el pasado, sólo añoranza y suspiro emocional. Los partidos políticos han sufrido la embestida oficial y el descrédito ante la opinión pública y sus militantes porque abandonaron las causas sociales, ignoraron a sus correligionarios y se han dedicado a repartirse las plurinominales y los dividendos de las franquicias. Sin embargo, su alianza electoral y legislativa los revaloró, les dio una bocanada de aire fresco político y, en su mérito con los votos obtenidos, cambió la relación de poder en el país, principalmente en la Cámara de Diputados. Al gobierno lo tomaron por sorpresa, fue un cubetazo de agua fría en pleno invierno. Es una nueva realidad que tiene que enfrentar y desplegar sus mejores oficios para convencer u obligar a la oposición que considere más vulnerable y dócil para poder lograr la aprobación de sus reformas constitucionales. Debemos reconocer la capacidad política y de maniobra que tiene el presidente. Está entrenado en la lucha político-electoral, conoce el terreno y sabe ejercer el poder. Su reto actual es destrabar el nudo ciego que tiene en la Cámara de Diputados y ya ha iniciado su trabajo. Al PRI lo tiene acorralado, está en problemas. Su falta de definición y ausencia de identidad partidista lo están exhibiendo con flagrante debilidad y temor ante el ultimátum presidencial. Sin embargo, el fantasma del PRI no deja en paz a López Obrador. Lo alcanzó su pasado: ahora resulta que del tricolor depende la aprobación de su reforma eléctrica. Caprichos del destino.
El PAN ha sido la oposición histórica en el país. No hay duda. Su discurso actual refrenda esta afirmación. El PRI, ya lo hemos comentado, nació del poder con el síndrome de la disciplina y la necesidad del jefe. Tan es así que transitó sin problemas con el nacionalismo revolucionario y con los neoliberales. En el fondo ha sido un compañero útil y sumiso de los que detentan el poder. Su actual dirigencia está en un momento muy difícil. El presidente ha sido claro y contundente, necesita sus votos y los ha puesto entre la espada y la pared. Por otra parte, se ha generalizado la idea de que el actual gobierno cuenta con gran cantidad de información sobre las desviaciones de recursos y la corrupción de los principales dirigentes del partido, lo que hace suponer que votarán a favor de la contrarreforma eléctrica. El asunto no es tan fácil de resolver, los dirigentes pueden ser rebasados por una rebelión interna, generándose una división y un gran desgaste del partido. En realidad, es una jugada de tres bandas de López Obrador: doblega al PRI, lo debilita y lo hace votar a favor de su reforma eléctrica, convirtiéndolo en satélite de Morena; además, rompe la alianza legislativa y electoral de los partidos y deja así el camino franco a su candidata a la presidencia de la República. El PRI tiene la palabra. La historia lo juzgará.
Por ahora es todo, mientras tanto ¡!! AQUÍ NO PASA NADA ¡!!  Para cualquier información, favor de comunicarse a : editorial@novedadesnews.com  y/o  tulmex@hotmail.com

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