El vicepresidente Ebrard

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Por: Ing. Esteban Sánchez
Durante largo tiempo en el corto periodo de la administración de Andrés Manuel López
Obrador, Marcelo Ebrard guardó el perfil más bajo posible. “Quiere cuidarse de intrigas y no
quiere exponerse”, admitía uno de sus colaboradores en el entendido de que aún desde la
Secretaría de Relaciones Exteriores, era una de las figuras presidenciables en el horizonte. Las
agresiones del presidente Donald Trump orillaron a Ebrard a dar la cara. López Obrador lo
mandó a ser la voz que enfrentara a Trump y, al mismo tiempo, quien evitara entrar en
conflicto con él. En ese momento, no se imaginaban que en vísperas de iniciar su campaña por
la reelección, iba a retomar como tema la migración, utilizando los aranceles como arma
política.
López Obrador despachó a Ebrard a Washington para evitar la guerra comercial, para lo cual se
comprometió a acuerdos por fuera de su jurisdicción. Los aranceles se pospusieron, pero
quedaron condicionados a que, en 45 días, el acuerdo para reducir el flujo de migrantes
centroamericanos que quieren ir a Estados Unidos, tiene que reducirse de manera “dramática”.
¿Cómo hacer que Ebrard cumpla lo ofrecido personalmente a Trump? López Obrador lo
solucionó el lunes por la mañana: lo nombraría coordinador de un grupo especial para cumplir
con los acuerdos sobre migración. El Presidente comunicó al gabinete por la tarde en Palacio
Nacional, lo que por la mañana había definido con su
kitchen cabinet
, donde estaba el canciller,
cómo se integraría la coordinación
de cinco grupos
, y las personas que serían responsables de
cada uno de ellos.
Bajo este esquema, Ebrard tendrá atribuciones sobre tres secretarías de Estado, además de la
que él encabeza: Seguridad Pública, que aportará dos cabezas de grupo, la de la Guardia
Nacional, y la de la administración federal de cárceles, que supervisará al Instituto Nacional de
Migración; Trabajo y Previsión Social, que deberá de instrumentar programas de trabajo
temporal para los migrantes centroamericanos que esperen la resolución sobre su petición de
asilo en Estados Unidos en 11 puntos fronterizos mexicanos; y Bienestar Social, que tendrá que
desarrollar un plan para que aquellos que se queden en México tengan salud, educación,
empleo y vivienda definitiva.
La alineación de todos esos esfuerzos sería muy difícil de lograr sin una cabeza que esté por
encima coordinándolos. La designación de Ebrard al frente, en el tema de mayor preocupación
para López Obrador por las consecuencias económicas que significaría un conflicto con Estados
Unidos, fue la solución que se encontró. Su nombramiento responde a la lógica de López
Obrador de tomar decisiones transversales y recargar el trabajo no necesariamente en quien es
responsable de ello, sino en quien le da mejores resultados.
Sin embargo, en los hechos las atribuciones que le otorgó lo convierten no sólo en un
supersecretario, por influencia y relevancia, sino con funciones de vicepresidente que van más
allá de las protocolares. López Obrador le dio mandato sobre el secretario de Seguridad y
Protección Ciudadana, Alfonso Durazo; la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, y de la
secretaria de Bienestar Social, María Luisa Albores. El quinto grupo, que trabajará sobre
estrategias regionales, será responsabilidad de Relaciones Exteriores.
Dentro del plan y el cronograma aprobado por el Presidente, Seguridad, Trabajo y Bienestar
Social, son las nuevas secretarías integradas en la estrategia para enfrentar a Trump y sus
amenazas. La secretaría que era responsable de esas tareas era Gobernación, que quedó
excluida del diseño estratégico. La secretaria Sánchez Cordero quedó una vez más marginada.
Debió haber sido parte importante del equipo negociador que fue a Washington, y la dejaron
en México. No hubo ningún funcionario de esa dependencia en el equipo, que estuvo
compuesto únicamente por miembros de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La secretaria de Economía, Graciela Márquez, y el secretario de Agricultura, Víctor Manuel
Villalobos, estuvieron en la comitiva pero no en las negociaciones, porque Ebrard no quiso
incorporarlos para que las conversaciones se centraran en migración, sin contaminarlas con el
tema comercial. Es el caso del subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte,
Jesús Seade, a quien se excluyó de la mesa de negociaciones porque la percepción de él es
como negociador en jefe del acuerdo comercial. “De haberlo sentado en la mesa, hubieran
incorporado a (Robert) Lighthizer (representante comercial de la Casa Blanca)”, dijo un
funcionario federal. “Se habría abierto la caja de Pandora”.
Ebrard asumió funciones de gobernanza y tomó el liderazgo en la formulación de la estrategia a
seguir. López Obrador lo está respaldando y le ha dado toda la fuerza para que cumpla lo
prometido. Es una buena noticia para el vicepresidente de facto, pero también una mala. Si no
funciona su estrategia, saldrá derrotado y debilitado. El ‘24 se alejaría, junto con sus
aspiraciones presidencialistas que quedarían francamente mermadas.
Por ahora es todo; mientras tanto, ¡!! AQUÍ NO PASA NADA ¡!! Para cualquier información,
favor de comunicarse a:
editorial@novedadesnews.com
y/o
tulmex@hotmail.com

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