Consulta ciudadana de AMLO

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Por: Ing. Esteban Sanchez

La anunciada consulta por el Presidente electo de México, en torno a dos temas vitales para el desarrollo del país: uno, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM); y dos, la reforma educativa, plantea, de arranque, una serie de cuestionamientos. Primero el tema de la democracia representativa versus la democracia plebiscitaria. La primera presupone que los ciudadanos eligen funcionarios y representantes para que, en ejercicio de sus capacidades profesionales, tomen las decisiones más convenientes para la nación. Es decir, es su trabajo, su responsabilidad, parte esencial de las razones por las que fueron electos; para eso fueron votados, para que con base en la consulta de expertos, especialistas, análisis sesudos y profundos, lleguen a las conclusiones adecuadas para el curso de todos los asuntos de la vida pública. La democracia plebiscitaria, aquella que consulta por sistema las decisiones relevantes al grueso de la población, elude la responsabilidad para la que fue electo el representante. Es decir, comparte y delega, de forma indirecta, la responsabilidad global y final de la decisión y el curso de los asuntos públicos: si funciona el NAICM será responsabilidad de todos, de igual manera la reforma educativa, y tantos otros como se someta a consideración popular. Pero rompe, además, la esencia de la democracia electoral: yo ejerzo mi capacidad de voto y elección por un candidato y partido, porque hago un depósito de confianza en que será el mejor y más capacitado para tomar las decisiones pertinentes. No sólo no deseo como ciudadano ser consultado, no es mi función ni materia de estudio, sino que además he delegado en mi representante esa responsabilidad. Peor aún dice, mis representantes son los responsables de estudiar, analizar, allegarse de expertos y especialistas en la materia: si ellos no lo son, se debe buscar a los adecuados, especialmente en un asunto tan técnico como el espacio aéreo, la viabilidad técnica, la confluencia de servicios terrestres, aeronáuticos, comerciales, sanitarios y de muchos más. Es una trampa, una falacia, que un funcionario electo recurra a la ciudadanía para resolver un tema de su responsabilidad. ¿Qué va a responder la gente? ¿Con qué elementos va a responder? ¿Con su aprendizaje en aeronáutica? ¿En aviación civil? ¿En hubbs aéreos y comerciales? El pueblo bueno, ese al que se ha referido el hoy Presidente electo de México, carece de conocimientos técnicos especializados para decidir sobre un asunto tan delicado. No es un tema menor, no es un tema de una calle o un árbol, se trata del proyecto de infraestructura más importante de América Latina en esta década –y tal vez en varias más– con un presupuesto y derrama económica superior a los 12 o 15 mil millones de dólares. Es gigantesco para que nosotros, los ciudadanos de a pie, sin experiencia ni conocimiento, votemos a favor o en contra. En el terreno político, el líder considera que al consultar a la ciudadanía cumple con el elemento de plebiscito, juega a que se trata de una decisión democrática, aunque de fondo la decisión ya esté tomada. La encuesta dirá lo que el Presidente electo decida que sea el resultado afirman algunos morenistas al citar como ejemplo cercano la encuesta que postuló a Claudia Sheinbaum como jefa de Gobierno capitalino. Es solamente la ilusión democrática de una decisión consensuada. Se suman los agravantes: la imagen internacional. Nadie ha tenido la delicadeza de explicarle a la ciudadanía los montos de inversión interna-cional que han llegado del extranjero para el proyecto. Es decir, cuando AMLO y su equipo hablan del costo enorme de la obra, no han mencionado el porcentaje que de esa obra se ha invertido desde fuera de México. Algo así como el 60 por ciento. Es decir, la inversión del gobierno mexicano es menor a la de fondos internacionales y bonos de inversión. Si el nuevo gobierno cancela el proyecto, provocará un daño ante la calificación crediticia de México en el mundo. Un país no sale a los mercados, coloca bonos, atrae inversión y luego se retracta sin consecuencias. Si el proyecto es cancelado, perderemos crédito y se encarecerá seriamente después de cancelar una obra de esa magnitud. Por último, la insistencia en la Base Aérea de Santa Lucía. Es una discusión técnica, donde ya los auténticos expertos in- ternacionales (MITRE) han emitido su opinión. El ingeniero Riobóo y sus asesores están empecinados en demostrar que sus cálculos y su visión es la correcta frente a la obra, cuando los especialistas a nivel internacional los contradicen. ¿No sería ya momento de ponerse serio, construir un panel de expertos y tener una evaluación sustentada, en vez de preguntar a la población en general su postura respecto a un tema que desconocemos e ignoramos todos? Por ahora es todo; mientras tanto, ¡!!! AQUÍ NO PASA NADA ¡!! Para cualquier información, favor de comunicarse a: editorial@novedadesnews.com y/o tulmex@hotmail.com.

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